lunes, 14 de enero de 2008

Contemplación (La condena)


Resoluciones
Franz Kafka

Emerger de un estado de melancolía debería de ser fácil, aun a fuerza de pura voluntad. Trato de levantarme de la silla, rodeo la mesa, pongo en movimiento la cabeza y el cabello, hago fulgurar mis ojos, distiendo los músculos entorno. Desafiando mis propios deseos, saludo con entusiasmo a A cuando viene a visitarme, tolero amablemente a B en mi habitación y, a pesar del sufrimiento y el cansancio, traga grandes bocanadas todo lo que dice C. Pero, a pesar de todo, con una simple falla que no podría evitar, destruyo toda mi labor, lo fácil y lo difícil, y me veo eso nuevamente en el mismo círculo anterior. Por lo tanto, tal vez sea mejor soportar todo pasivamente, comportarse como una mera masa pesada, y si uno se siente arrastrado, no dejarse inducir al menor paso innecesario, mirar a los demás con la mirada de un animal, no sentir ningún arrepentimiento; en fin, ahogar con una sola mano el fantasma de vida que aún subsista, es decir, aumentar en lo posible postrera calma sepulcral, y no dejar subsistir nada más. Un movimiento característico de este estado consiste en pasarse el dedo meñique por las cejas.