miércoles, 19 de diciembre de 2007

Fragmento de "HOTEL LIMA"


De: Miguel Ildefonso


En mi alucinación había entrado al Hotel, pero en vez de subir, bajaba por una especie de laberinto, guiado por la música que provenía de sus entrañas. Ya adentro de la oscuridad total, en un salón grande, comencé a bailar con la música estridente que había allí. Estaba en una discoteca, me di cuenta que no tenía nada en los bolsillos de mi saco. Poco a poco fueron apareciendo unos espectros que también bailaban solos. De aquellas fosforescentes tinieblas apareció entonces una chica vestida toda de negro y se puso a bailar conmigo. Pero la música invitaba a otra cosa, a estar solo, a masturbarse, a arrojarse por una ventana. Ella me estaba hablando, hablándole a mi boca, de pronto le colocó algo a mi lengua. Yo entré por sus ojos y por su tráquea me deslicé como si algo me empujara a traspasar su palidez. Luego otra vez reconocí que estaba en el Hotel Lima, empecé a buscar la salida, al final del pasadizo se hallaba Humareda bailando con Marilyn. Me iba acercando a ellos en una especie de travelling, cuando inusitadamente Marilyn volteó y allí, conmigo, cara a cara, encontré el rostro de Laura. En realidad lo que había ocurrido era lo siguiente: Laura me pidió que la saque de la discoteca. Afuera estaba garuando, caminamos lo más rápido hasta llegar a la entrada de un edificio. Aquí vivo, me dijo; después me empezó a besar desesperadamente. El portero encendió la luz. Corrimos. Esta vez nos detuvimos en un jardín; bajo un árbol nos tendimos, la garúa había cesado. Empecé a acariciarle sus cabellos mojados; desabotoné su blusa negra, desabroché su sostén. Edificios tras casonas antiguas y postes moribundos eran testigos mudos de nuestro primer encuentro. Un perro como salido del infierno empezó a ladrar, pero al poco rato se calló.